Una noche de glamour:


La empresa se pagó una noche en el galgódromo. Me resistía a la idea, pero viendo que pagaban la cena y que soy nuevo y tengo que publicitar mis encantos sociales, me arrimé nomás. La comida estuvo muy bien, se podía tomar sin preocupaciones y todos estaban simpaticones.
Hagan sus apuestas!
Qué cosa el vicio. Gané en la primer carrera apostando 2 euros al peor perro, pero claro, yo no sabía que era el peor. Obviamente que a partir de ahí adonde apostaba yo, apostaban los demás, pero no duró mucho el liderazgo, no volví a ganar más y perdí todo lo que había ganado.En la segunda le aposté a "Pampa ruler", con ese nombre tenía que ganar. Salió segundo el muy perro. En la tercera ya me estaba abrazando con un colega cuando de atrás del pelotón se desprende el perro del maligno y nos arrebata la victoria por una nariz, juro, porque fué final de foto. Me robaron la carrera! No hay que cantar victoria hasta el final, sabio consejo.

Tecnicismos:
Doy fé de que los perros siguen al conejo artificial, porque cuando termina la carrera y el conejo queda en una caja, se le van todoslos canes al humo. A la segunda carrera todos saben de perros, criadero, peso, edad, estadísticas, qué se yo cuántas cosas más, pero nadie pega una.

Nota de color:
Ví un perro volador. Van tan pero tan embalados los bichos, que uno salió volando en una curva y aterrizó allá lejos.

Costumbres locales:
Estos tipos le apuestan a todo lo que se mueve. Se fueron tres de mi mesa a fumar y mi jefe me dice: apostamos a quien vuelve primero? Me reí. No, me dijo, en serio. Pero no aposté, a ver si todavía me gana.

Y no, por más que tuviera una fija, no me dejaron apostarle al
conejo.

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