La hoguera de las vanidades

Después de un tiempazo sin comer asado llegó el momento de la venganza.
Más que el sabor y el aroma del asado en sí, encontré que extrañaba más el olor del carbón, el color de las brasas en la penumbra , la espera de breve rumor anaranjado y por sobre todo, la charla amena y reparadora (aunque necesariamente parca y lacónica), alrededor de la parrilla antes de tirar la carne.
Y el resto ya se sabe, ensalada y pan y circo y vino no que estoy con antibióticos y alguna que otra inconveniencia verbal para el show solitario de los goles, que si a la vida le quitamos el redículo, qué nos queda.
Chas gracias.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

Siempre bienvenido, che.
Una pena que tu jefa no pudo venir.
No rescate nada para tu show de los goles, pero el mio se extendio por un rato cuando te fuiste.
El ritual de las brasas en silencio, con alguna que otra frase laconica, onda "ya va estando" o algo asi es necesario para que la experiencia del asado sea completa. No se puede hacer con los gringos.No lo entienden.
Gracia'vo