O brother where art thou o la odisea del motonet.

Existen varias maneras de viajar en el tiempo. La más facil es visitar una cápsula, como una casa de algún viejo o un lugar que resista la polilla y los orines de la erosión humana. O ir al campo a desayunar un Full Irish Breakfast y que te atiendan viejas con el pelo batido y poca tolerancia a los acentos fuereños y la radio pasando canciones de antes y durante la guerra, haciéndote imaginar a tres tipos con moñitos cantando con una guitarrita de lata frente a un micrófono grande como un rayador y un viejo con traje gris de domingo moviendo el pie sentado frente a una radio de madera; o directamente a Bugs Bunny luchando contra los nazis.
Hoy le di al desayuno irlandés porque siempre como bien antes de viajar, por las dudas, para saciar los sentidos, para distraer la mente, para tener la falsa seguridad de que no me faltarán fuerzas para resistir la caída. Esta vez estoy más cagado que palo de gallinero. No es el acto de transportación en si sino el reto que me espera del otro lado. Siempre hay dos versiones de cada historia y doce de cada canción dice un refrán gaélico (leído en un sobre de azúcar) y espero que la mía me salga afinada o, pienso, hay que ver adónde me mandan con la guitarra, a qué otros lados.

Sobre el desayuno irlandés: no ha de comerse todos los días, no hay cuerpo que aguante semejante dieta de salchichas de cerdo, morcilla blanca y la propiamente dicha, panceta y porotos y huevos fritos. Era una comida de domingo para después de misa, supongo,un lujito asiático de gente sencilla. Ahora con estos tiempos mas saludables se nota justamente que esa es la aspiración del género humano, convertir todos los días en domingo.