Influido Manchester

1) Estoy cocinando y mi mujer, entronizada diosa lígur en el sofá, mira el partido por la Supercopa de Europa, Manchester United vs F.C Zenit de Rusia. Juega Tévez y hay que ver el partido. Pienso que podría sacarme el cinto y correr a mi mujer a lonjazos por lo menos unos 30 años para atrás, exigirle que me sirva un porrón bien frío y que me haga las milanesas con poco ajo como para no andar repitiendo mientras me saco la pelusa del ombligo y me rasco debajo del boxer y que después ella y la piba laven los platos; qué tiempos.
Pero ya es tarde, sacudo la cabeza y vuelvo al presente cuchara de madera en mano. Mañana limpio el baño.

2) Recuerdo el primer baño que limpié, era adolescente y me ordenaron limpiar el baño de un bar. Me dieron un secador, un balde, guantes y una lata de Fluido Manchester, qué casualidad. No tenía ni idea de la técnica a utilizar así que decidí entrar a sangre y fuego, llené el balde de agua, diluí el lechoso fluido y procedí a bombardear el recinto azulejado con la antibacteriológica solución para luego llevar hasta la rejilla los residuos hídricos con el secador cauchico. Listo el pollo y preparada la gallina, me recibí en mi primer ejercicio autodidáctico en diplomado limpiador de baños, egresado de la Universidad de la Vida (sucursal Rosario).
Pero todo cambió cuando llegué a Irlanda con mi diploma bajo el brazo. En este país de locos no existen las rejillas y, peor, hay altísimas probabilidades de encontrar grandes superficies alfombradas. Tuve que cursar todas las materias de nuevo y rendir un par de equivalencias. Tampoco encontré fluído Manchester.

3) Mirá lo que te digo, me olvidé lo que te iba a decir.