Agatar (from the director of Titanic in the ring)

Resulta que están meando las ruedas de los autos y las puertas de las casas en el barrio donde vivo y esto no puede ser señores, asi que llamo al Politécnico de Rosario y les pido un dispositivo transplantamovedor de conciencia y me lo mandan por el Correo Argentino, la caja tiene 925 estampillas con la bandera argentina y un código de barras con las que me empapelo la habitación apátrida.
En fin, enchufo el coso y lo pongo a mi gato en un receptáculo ad hoc y mi conciencia se transfiere a su pequeño cerebro mediante proctocólon USB. Ahora estoy al mando de mi gato, listo para salir a la oscuridad de la noche para investigar a sus habitantes y ver quién es el atentador orínico.
Lo primero que hago es lamberme todo a ver qué se siente y sí, está rebueno, me siento un ninja peludo y chiquitito, me miro en el espejo y digo qué bueeeeeno que estoy, que lindos ojos gatunos, pero mirá vos esos bigotes, si soy una máquina de cazar ratones, estas uñas listas para cuartear sofases, nada puede conmigo, mi agilidad, mi capacidad de hacer parkour innata, en fin, pierdo dos horas mirándome al espejo y me agarra hambre, voy a la cocina, mi mujer me saca a patadas y me abre la puerta, tomatelás gato basura y salgo, hace un frío de novela se me congelan los bigotes y casi me pisa un repartidor de pizzas, porque acá los chantas reparten en auto.
Listo, digo, me subo a un tapial y salto, glorioso como una pantero o leopardo, pero resulta que ya hay otro gato encaramado, disculpe usted maullo como al pasar pero igual se hace el cocorito y no me queda otra que darle pelea, sin embargo mis conocimientos de pugilato no se aplican al modo de combate gatuno y pierdo una oreja, un 25% del pelo, me arde todo el lomo y alcanzo a escapar por un pelo más.
En fin, me escondo detrás de un arbusto y en medio de la noche, cansado, muerto de hambre, dolorido por la paliza recibida, sin saber de quien es cada territorio porque no me coordina el olfato, veo llegar a una banda de adolescentes enervados cantando "Soy irlandés y en ocasiones tomo vino" que comienzan a mear todo a su paso. Salgo de un salto a su encuentro olvidando por un momento que soy gato y me agarran entre cuatro, me ponen un petardo en el traste y una ristra de latas atada en la cola, escapo mientras puedo despertando a todo el barrio pero no sin antes recibir heridas de consideración por los fuegos de artificio.
Destrozado me refugio en una patio donde hay una gata siamesa im-pre-sio-nan-te paseando, la loca me mira, la miro y noto por las feromonas que está en celo, esta es la mía Romualdo, me digo adivinando mi verdadero nombre gatuno y me acerco, me encorvo, la mina se acomoda y me digo qué me importa si soy gato, no me van a acusar de bestialismo o abigeato! Me relamo los bigotes,me apropincuo exitado y ahí me acuerdo en un relámpago de ira de que estoy castrado!!
Son ahora las siete de la mañana y mi mujer al no reconocerme no me abre la puerta, salí de acá, gato pelado. Llueve agua nieve que en parte alivia mi culo escaldado, me tiembla todo de bronca mientras imagino a mi cuerpo humano descansando inconciente, calentito y acolchado.