Profesión peligro.

Como en las islas británicas el título de ingeniero no está orlado de toda esa mística del inmigrante que progresa y al final saca a la familia del conventillo y se casa con una chica bien y tiene un hijo rubio médico que los cura a todos o por lo menos les hace los análise gratis, y se hacen políticos y tuercen los destinos de la Nación Adoptiva hasta hacerlo encallar en los arrecifes del progreso, es que decidí hacer uso ilícito de mi título de Ingeniero de Soporte Técnico que aquí ostento en el recibo de sueldo, aunque en las fiestas continúe portando tarjetas impresas en Comic Sans que dice "Artista Fracasado, se escribe por encargo novelas erósticas y se pican bajada de cordón a lo Rodín" que reparto a los invitados con mi más circunspecta expresión, para detrimento del orgullo materno y aumento del odio paterno.
Así que vuelvo al terruño y me hago un par de puentes como el título demanda. La innovación de mis puentes consiste en que no se hacen a lo ancho de un río si no a lo largo.
Los puentes nos quitan la belleza de la ilusión de volar.
Los puentes son vuelos breves, catapultas precoces del alma; pero mis puentes no lo serán. Usted empieza a cruzar por un punto A y luego recorre el largo de un río o valle siguiendo su extensión y luego, recién tuerce hacia la otra orilla en un punto B, tanto más al sur o al norte del punto A.
Eso sí, salen más caros por la cantidad de material, pero quién nos quita lo bailado, además de servir de toldo. Rosario podría llamarse entonces Capital Nacional del Puente Longitudinal, Maravilla del Nuevo Mundo, Hermanada con Los Toldos, Prov. de Bs.As.
De lo que sí tengo miedo es que yo estaría encargado del diseño pero no del cálculo de materiales ya que esa materia la dí hace más o menos 20 años, lo que me convertíría de hecho en un arquitecto. Esto en sí no es malo, es un título respetado que también permite casarse con una señorita de alcurnia, el problema es que no me entra ya el título en la chapa que llevo prendida en la solapa y le tengo miedo a la discriminación por parte de los ingenieros, que son seres rapaces que se aprovechan de nosotros para robarnos delicadas ideas que flotan en nuestras mentes como cables de seda y plata que los suspiros de los ángeles esfuman sin querer cuando pronuncian los nombres de las nuevas estrellas que nacen en el caldero gaseoso del universo.
Otra cosa dura en la vida del arquitecto es el uso contínuo de zapatos náuticos y camisa a cuadro, que lo hace incapaz de abordar naves de gran porte ya que tal combinación está prohibida por la hermandad marinera de ultramar que teme ser confundida por leñadores ociosos. Es que mi sueño verdadero siempre ha sido del de hacerme a la mar y vomitar de aquí para allá, hacerme hombre fumando tabaco negro y comiendo pescado crudo, teniendo una novia en cada puerto aún a riesgo de que se me haga lío en el Messenger y en el Facebook.
Y ahora la mística se ha perdido, ya no se arrían velas, ni se ajustan jarcias, ni se, bueno, ni se ajustan las vergas, ni se orza a babor, ni se tiran sondas, ni se quita el trinquete, ni se atan cabos, ni se iza una chalupa, ni se se hacen motines ya que el reglamento del sindicato lo prohibe, ni se entra a sangre y fuego en una aldea nativa y para colmo los piratas andan en botes con terribles motores fuera de borda y empuñando kalashnikovs y cuando te secuestran salís en vivo y en directo por la CBSé enfocado desde un helicóptero y ahí es cuando tu madre le dice a tu padre, viste, el paspado de tu hijo, con el rescate nos va a salir más caro que un hijo bobo.