Trastorno IIC


Si no supiera que soy vago no me molestaría. El problema es saber que se es vago, como cuando uno se mira la mano y se da cuenta de que se acaba de pegar un martillazo en el dedo y queda un segundo antes de que el dolor sature las conexiones nerviosas y llegue al cerebro. El energético moralista de turno dirá que la vagancia no es el dolor ni el momento de realización sino simplemente el martillazo y el dolor, el castigo.
Yo simplemente creo que el martillo es muy pesado y que los cuadros deberían pegarse con cinta McGyver.
Creo honestamente que todo es muy complicado. No existe rama del conocimiento humano que no complique sus premisas primarias. Creo que la gente está al pedo y se levanta cada mañana para complicarse la vida y a los demás, que se levanta y se dispone a complicar todo lo que ya se ha inventado, a ponerle más tiempos a un motor que ya tenía dos, a superponer protocolos de comunicación para rellenar libros de siglas y acrónimos y minar el camino de certificaciones que no son más que las medallas de boyscouts informáticos, a complicar todo con leyes, impuestos, descuentos, incentivos, volteretas en el sistema, a contar cartas en el póker o números en la ruleta, a escribir con diez dedos, a ponerle más capítulos al antiguo testamento, más botones al inodoro, más reglas al fútbol, más teclas al teléfono, más múltiplos a un denominador, más octanos al octeto, más capas, capítulos y amendas y apostillas a todo tipo de documento.
La humanidad es en su conjunto obsesiva compulsiva, no puede dejar las manos quietas, no puede dejar de pulir y lustrar y apilar y volver a tocar todos tres veces.

Pienso que todo me rompe tanto la paciencia porque tengo algún gen neanderthal o directamente orangután que me impide adorar el sabor de la complicación, a poner cara de perro mirando un hueso cuando me explican por decimocuarta vez los fundamentos detrás de las reglas de clasficación, ascenso y descenso de la liga venadense para después sacudir el morro y olvidarme completamente de todo y distrarme con el olor a hamburguesa.

Estoy condenado a la simplicación, a la racionalización superflua de todo proceso, a ver en todos los efectos una obvia pero falsa causa que en realidad es otro efecto, a jugar al ajedrez, a la básica y al dominó con no más de dos jugadas de profundidad.

He decidido describirme a mi mismo como impulsivo intuitivo compulsivo, aunque tengo la leve sospecha de que a mis espaldas simplemente me llamarán el trastornado.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

En esta, te sigo del principio, al final, mi minimalismo se va fortaleciendo cada vez más con el paso del tiempo, es más, hasta estoy desarrollando ultimamente la teoría de que, uno no es vago, simplemente es un smart energy saver...

Ni buena ni mala... dijo...

Yo tambien lo acompaño en esta. Ademas coincido en que el mundo entero sufre de TOC.

Mariana dijo...

Esto vendria a ser em manifiesto de la simplificacion de la vida, Sres. Yo lo voto...para algo... o para nada mire. Para quedarse en la casa jugando al domino. Si decide jugar el TEG instead, aviseme que ese me gusta mas.

Bea dijo...

Pero con todo eso que escribiste que vas a ser vago?! Empeza una campania que al menos los 50 lectores del bondi te vamos a seguir!

Malen dijo...

Te voy a pedir prestada la definicion, aunque supongo que también debo aportar sin querer, de terca nomas, a "agregar mas capitulos a la Biblia", jejeje. Un beso

Daniela Lucena y Gisela Laboureau dijo...

en mi casa tengo 4 cuadritos pegados con cinta bifaz, y funciona muy bien!

Anónimo dijo...

llamarse a si mismo un "impulsivo intuitivo compulsivo" es ser totalmente obsesivo compulsivo, como el resto de todos nosotros.
asi que no te podes auto excluir
jejej