Si por un casual...


... volviera a Rosario y no encontrara nada de trabajo sería bueno que un amigo me consiga un puesto en la sala de máquinas del Ciudad de Rosario II, buque que surca las aguas intestinales de las islas para solaz del turista que quiere ver el perfil marfileño y aquilino de la Gran Manzana Más Roja que Constantinopla y Sin Pelusa del Sur Más o Menos Tirando al Centro.
Y me dirá el Capitán que si es que soy confiable como un escocés en la caldera y tendré que decir que si, que me pongo la pollerita a cuadros descartada del Colegio Nuestra Señora del Sagrado Corazón del Rosario que fuera alguna vez de su hija la de huesos grandes y que me calza, admitoló, a la perfección sobre mis muslos trabajados en la industria de la informática empujando ora la silla con rueditas para acá ora para allá al trasladarme de escritorio en escritorio, los ojos comos dos carbones encendidos de tanto focalizarme en leds intermitentes y letras incandescentes de fósforo verde y ámbar.
Así que no me quedará otra que sumergirme en las entrañas del Leviatán descripto eras ha por Alice Carrió y pensar que pese a todo es como el motor de una Garelli pero diesel, 4 tiempos y 50 veces más grandes. Después fijaré mis ojos, impaciente, en el intercomunicador neumático cableado directamente al puente y recibir mientras escucho cómo son izadas las cadenas del ancla, metálico anzuelo que captura la voluntad inmóvil de la nave, la orden "avanti a tutto vapore" para darme cuenta, horror de horrores, que vapor no hay y sólo me queda adaptar la pava mediante conexión improvisada de válvulas de bidet y caño de cobre al sistema central de transmisión y rogar que el Bram-Metal caliente con suficiente ardor o fuerza.
Y digamos que funciona pero demasiado confiablemente y estalla la bestia en sus entrañas y de pronto el Paraná será el Mississippi y yo el negro Jim escapando sin Huck a mirar estrellas lejos de los hombres y sus leyes pese a haber sido siempre libre, vivir de los dorados, algún caldo de biguá, una que otra gallineta y en las noches sin fuego en las islas escuchar detrás del rumor del neón y la ola que rompe en el barro sucio de la costa cómo se sacude la ciudad en su pasión de pizza a la piedra y decidir entonces volver justo para el día del amigo y entrar a un bar de esos de la costa justo cuando se levantan las copas y que alguien me reconozca tras mi barba náufraga y exclame intentando recuperar el habla que ya habré perdido después de años de haber estado hablando solo con los sauces, he vuelto, máma, he llegado.

8 comentarios:

Porteños en Ginebra dijo...

me encanto, gracias...

Malen dijo...

No puedo repetir siempre lo mismo aca! Pero buenisimo imaginarte con faldita, moviéndote en la silla, y después como naufrago barbudo! Me encantan estos delirios!!

Paula dijo...

Onetti un poroto.

Galo dijo...

Motonet: esto, definitivamente, te quedo chico. Vamos a ver si entre todos los lectores te gestionamos una mudanza.
Podrias escribir "El Gordo del Ciudad de Rosario II", para empezar.

Blackant dijo...

Muy bueno Luciano. Eso que contas y el dibujito me hace acordar al libro ilustrado de Tom Sawyer que leía alla por el siglo pasado.
¡Qué vuelta a Rosario sería esa!

Mariana dijo...

La imagen mental de un Luciano con pollerita y piernas peludas... me dejo aca, tildada. SI, tenes re cara de Jim eh... conseguite un Huckelberry ahora...

Anónimo dijo...

Qué envidia que me dan los que tienen cerca (en cuerpo o alma) al Paraná!!

Ni buena ni mala... dijo...

Muy bueno, más delirante que de costumbre. Se ve que las vacaciones en Cerdegna lo inspiraron más aún.