Breve intermezzo

La novísima y breve novela de caballería

La hierba era de madera, con raíces de hierro, y en sus tallos pastaban las bestias la sangre de los jinetes.
Tantas flechas habían arrojado que la pradera hubo cambiado de color y parecía como si el otoño lo hubiera secado todo antes de tiempo.
Así era visto desde la distancia, en silencio, a menos que el viento empujara momentáneamente un exabrupto de violencia y lamento, un grito de un hombre llamando a su hermano.

De este campo salió, ni muy joven ni muy viejo, pero cansado y con frío inusual en los huesos, un caballero. Así llegó a la entrada de una floresta adonde el camino se dividía en dos.
El tramo de la izquierda parecia recorrer una parte mas fria y oscura del bosque. Del otro lado los álamos brillaban. Dejando las riendas para que la cabalgadura decidiese, se abandonó el caballero a sus pensamientos. Jinete y caballo se movieron lentamente hacia el este, la bifurcación siniestra.
Al cabo de unas horas, el camino seguía, plano, apenas ondulando. Allí se encontró con una vista inusual.

En un claro de la floresta, apoyado sobre un árbol, dormitaba un caballero de armadura gris y antigua. Sobre su cabeza colgaba una rama blanca y de ella una manzana de oro. Pero el caballero que hacía guardia más parecía muerto que yaciente y el aire estaba quieto, como si hiciese mucho tiempo que nadie disturbara el lugar..
El caballero se apeó y se acercó a la manzana y la tomó entre sus manos. La fruta se desprendió sin esfuerzo ni sonido y pesaba mucho, pero aún con esto la rama no se movió.
En eso despertó el que yacía y parecía atontado y sorprendido y preguntó con que motivos y derecho le habia robado la manzana de oro que debia custodiar como castigo, maldito por culpa de las armas y un mal juramento dado por artes de hechicería y encantamiento.
El caballero replicó diciendo que derechos no tenía, y que había sido fácil tomar el fruto mientras el otro dormía y que, si su juramento se cancelaba cuando la fruta fuera recobrada, entonces ya nada le ataba y que había sido una fortuna que no tuviera que defenderla por las armas, que como guardián bien había faltado a su tarea pero que buenas consecuencias podían sacarse de ese entuerto.
El caballero gris meditó estas palabras y al cabo aceptó su suerte de verse liberado del encantamiento y de buena gana ofreció acompañar al caballero allí donde fuese.

El caballero miró al guardión. Era gris por donde lo mirara. Todo gris, el acero viejo sin herrumbre, los ojos aturdidos, las barbas que asomaban del yelmo y bajo la gola, los líquenes del bosque en las coyunturas. Hasta el aire que respiraba parecía escapar gris de sus labios agrios.


Cabalgaron como hermanos y en silencio. Al cabo de unos días ninguno sabía del otro más de lo que ya había aprendido y les bastaba.
Siguieron así hasta dejar atras la floresta y encontraron un castillo, que era más como un grupo desordenado de piedras. Un enano se asomo a las puertas y en viendo a los caballeros se metió dentro con prisa. No había foso, ni puente y las torres estaban desechas, así que entraron facilmente. En medio de la plaza había otros enanos dándole de palos a un hombre y este daba voces pidiendo auxilio, pero más quejándose y pidiendo que se detuvieran, pero nadie hacia caso y los golpen seguían cayéndole en las carnes sin piedad.
El caballero cargó, pero al bajar la lanza y al hincar espuela, olvidándose de su compañero este fué a dar en tierra con un estruendo, mas no dijo nada y se quedó como había caído.
Los enanos, al ver esto, dejaron al pobre hombre y empezaron a reir a viva voz, porque la situacion les parecía divertida. Decían muchas cosas de horribles y con burla y se tenían por más hábiles que los caballeros y ya pedían que los armaran que velarían las armas en la capilla del castillo.
Esto irritó al caballero que retomó dominio de su espíritu.. Poniendo pie en tierra, le dió con el plano de la espada en la cabeza a uno de los enanos, que quedó aturdido y con sangre en los oídos y narices.
Los demás, viendo esto, escaparon, y el hombre que había sido apaleado también iba con ellos, porque había sido todo una artimaña. Antes de desaparecer se llevaron la espada del caballero gris, que no había reaccionado todavía, tan grande e inesperado había sido el golpe.
El enano herido poco dijo, salvo que no servía a ningún señor y después entregó el espíritu.
Como
caía la noche ya con su negro manto, decidieron dormir en la parte más entera del castillo, pero no pegaron un ojo por miedo a perder la cabalgadura, y a cada rato el caballero gris suspiraba y se lamentaba de haber perdido la espada que habia sido de su padre. El otro caballero también suspiraba y se lamentaba de haber obrado mal en ejercicio de su oficio.

3 comentarios:

Luciano dijo...

Y un servidor aqui mismo tambien!
Si no gusta, no gusta, pero es para despuntar el vicio de la escribitud.
Un saludo.

Galo dijo...

A mi, perdonenme, pero nunca me gusto la edad media...
A un amigo le encanta y discutimos mucho alguna vez. Claro que el estudiaba ciencias politicas.

amelche dijo...

Esos cursos de acero, espadas damasquinadas y demás te llevan a la Edad Media, claro. Bueno, Don Quijote era peor caballero: confundía gigantes con molinos de viento. (Igual sólo necesitaba un par de lentes y nadie se las dio.)